Contaminación

La contaminación de la atmósfera no sólo tiene su origen en la industria o nuestros hogares o carros. 

Los fenómenos naturales que se producen en la superficie o en el interior de la Tierra –como el caso de las erupciones volcánicas, que produce emisiones de gases, vapores, polvos y aerosoles-, también contribuyen a la contaminación del aire. Afortunadamente la naturaleza tiene la capacidad de depurar en cierta medida la presencia de contaminantes. La lluvia, el viento y la vegetación pueden remover los contaminantes, transformarlos o inmovilizarlos, haciendo que no sean nocivos a los organismos; sin embargo, es natural que esta capacidad de limpieza tenga límites, por lo que los problemas reales de contaminación surgen cuando las emisiones contaminantes son excesivas y sobrepasan  dicha capacidad.

Los principales contaminantes relacionados con la calidad del aire son el bióxido de azufre (SO2), el monóxido de carbono (CO), los óxidos de nitrógeno (NOx), las partículas suspendidas, compuestos orgánicos volátiles (COV) y el ozono (O3). Es probable que hayas escuchado que hace algunos años el plomo (Pb) también representó un grave problema en nuestras ciudades, pero debido a que dicho elemento químico se eliminó de las gasolinas, su concentración actual en la atmósfera se encuentra controlada y por debajo de valores que dañen la salud de la población.

A veces podemos pensar que los efectos de la contaminación del aire los resentimos solamente nosotros, pero no es así, también los monumentos históricos, los edificios y los ecosistemas naturales pueden sufrir daños. Si has paseado por las calles del centro de la Ciudad de México o alguna otra ciudad con problemas de contaminación del aire, es posible que hayas notado que algunos monumentos o edificios se ven deteriorados, sus materiales pueden estar manchados o desgastados y esto se debe, además del desgaste natural por el agua y el viento, a la llamada lluvia ácida que abordamos en el recuadro de la siguiente página.

También las plantas, animales y otros organismos resienten los efectos de contaminantes como el ozono. Los primeros efectos se observaron en cultivos de uva y en los bosques de pino, pero actualmente se sabe que afecta a muchas especies silvestres y de cultivos comerciales como la cebolla, la sandía, la papa, el frijol, el maíz y el tabaco, entre otros. Además de las consecuencias directas, el ozono puede generar que los árboles sean más vulnerables al ataque de hongos e insectos que los debilitan o matan. 


 ¿Qué es la lluvia ácida?


Este término suena casi a ciencia ficción pero no es así. Desafortunadamente, la lluvia ácida realmente existe y es un término que se ha usado para describir el proceso por el cual ciertos ácidos se forman en la atmósfera a partir de contaminantes y luego se precipitan a la tierra. Los científicos saben que el dióxido de azufre (SO2) y los óxidos de nitrógeno (NOx), resultado de la quema de combustibles fósiles, causan la lluvia ácida. Estas sustancias, en presencia de agua, oxígeno y otros compuestos químicos forman ácidos –como el ácido sulfúrico y el nítrico- que se precipitan a tierra ya sea acompañados por agua –en el caso de lluvia, nieve o niebla ácidas- o en forma seca –es decir, como gases o partículas-. El pH -escala que mide que tan ácida o básica es una sustancia- de la lluvia normal es de alrededor de 6, mientras que la lluvia ácida oscila entre 4.0 y 4.5. Para ilustrar que tan ácida es la lluvia ácida nos puede ayudar la siguiente figura.

Como imaginarás, la lluvia ácida tiene distintos efectos en el medio ambiente. Produce daños directos e indirectos a los ecosistemas, e incluso, a la salud humana. Cuando no llueve también es posible que caigan partículas sólidas con  moléculas de ácidos adheridas (deposición seca), lo cual puede obstruir y acidificar los diminutos poros de las hojas por los que las plantas toman el aire que necesitan para efectuar la fotosíntesis.

Además, la lluvia ácida degrada los suelos, lo cual afecta las raíces y la nutrición de las plantas. Los bosques son de los ecosistemas en los que más se han documentado los efectos de este fenómeno. Por ejemplo, en el Parque Nacional Izta-Popo, Zoquiapan y en el Parque Nacional Desierto de los Leones, la lluvia ácida ha dañado la vegetación. Entre los efectos más notables están el daño y pérdida de hojas y ramas, un crecimiento lento de los árboles y una mayor vulnerabilidad a ataques de plagas y enfermedades. En Europa, este problema ha sido particularmente importante: tan sólo en los últimos años, miles de hectáreas en distintos países han perdido sus bosques como consecuencia de la lluvia ácida. Los ríos, lagos y lagunas también pueden hacerse más ácidos por efecto de la lluvia ácida, lo cual pone en serio riesgo a las especies de plantas y animales que los habitan. En algunos lagos del norte de Europa se ha reportado incluso que han quedado sin ninguna forma de vida luego de la contaminación por lluvia ácida.

Por otro lado, los edificios y monumentos también pueden ser deteriorados por la lluvia ácida, ya que funciona como un agente corrosivo. El mármol y la cantera con la que se han construido monumentos y edificios históricos en nuestras ciudades se han ido dañando en un proceso muy lento pero continuo. El Laboratorio de Restauración del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM indica que en los últimos 25 años el deterioro de los monumentos y edificios históricos de la Ciudad de México se ha acelerado de manera impresionante por el incremento de los niveles de contaminación.




¿Qué puedo hacer?


También a nivel individual podemos contribuir a mejorar la calidad del aire de nuestra localidad. A continuación te presentamos una serie de medidas que puedes tomar o que puedes proponer a tu familia para reducir la cantidad de emisiones que generan.

Con tu automóvil:

  • Reduce su uso o al menos procura transportarte junto con otras personas y procura emplear más a menudo los medios de transporte público. Camina más.
  • Evita que se sobrellene el tanque de gasolina. Así se evitan derrames y que se evaporen los compuestos de la gasolina.
  • Procura que esté afinado y llévalo al servicio.
  • Asegúrate de que los neumáticos tengan la presión de aire adecuada. Esto mejorará el desplazamiento del vehículo y ayudará a ahorrar gasolina. 
  • No conduzcas a altas velocidades y evita frenar o arrancar repentinamente, ya que esto genera un mayor consumo de combustible. 
  • Si tu familia piensa cambiar de coche o adquirir uno, convéncelos de que sea uno con una tecnología que permita una reducción de las emisiones de contaminantes. 

En tu vida diaria:

  • Evita quemar basura, hojas y otros objetos, así como hacer fogatas en bosques o en plena ciudad. 
  • No olvides cerrar adecuadamente los contenedores de solventes, pinturas y otros químicos que puedan contener sustancias que se evaporen a la atmósfera.
  • Toma baños cortos. Cuando salgas de vacaciones apaga el calentador de agua, no lo dejes en piloto, ya que se sigue consumiendo gas. 
  • Si ahorras electricidad, reciclas y en general cambias tus hábitos de consumo a un consumo más responsable, disminuirás la cantidad de emisiones que se generan como resultado de su producción.

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